Fidel Salgueiro
*Publicado en la edición impresa del diario El Universal el 23 de diciembre 2.004
Si las estatuas marcharan es probable que tuviésemos una muy singular procesión que estaría encabezada por: el busto de Cervantes extraído, no se sabe desde cuándo, de la casi inexistente Plaza España[1]; la efigie de Cristóbal Colón[2] derribada de su pedestal en el emblemático Paseo Colón, ahorcada y picada en dos en un acto de justicia, perdón barbarie, revolucionaria; la estatua de Gardel[3] abandonada a su suerte en la estación del metro de Caño Amarillo y la Reina María Lionza[4],también dividida en dos aunque no por un acto de justicia revolucionaría sino más bien por una suerte de mala leche o maldición revolucionaria.
De ahora en adelante quienes visiten cada uno de esos sitios, -con la excepción de la estatua de Gardel de la que solo observaran piezas faltantes o maltratadas- contemplaran pedestales vacíos porque las figuras «humanas» del descubridor de América, el escritor del Quijote y de la de la «Diosa» debieron ser trasladas a otros sitios para su restauración. Resaltando que en el caso de Cervantes todo parece indicar que su busto fue hurtado para ser vendido y posteriormente fundido.
En el caso de Cervantes, y sobre todo después de lo ocurrido con la efigie de Colón, es muy probable que alguien justifique su desaparición alegando que, se trataba del autor intelectual de la máxima pieza literaria de la lengua castellana-la misma de los perversos conquistadores- y por ello no merecía otro final que ser pasado por el horno de fundición de alguna empresa comercializadora de chatarra.
La marcha de las estatuas sería en repudio a la manifiesta indiferencia de nuestras autoridades revolucionarias, ante la profanación de esculturas y plazas públicas; particularmente en estos últimos tiempos en los cuales plazas como la cuatricentenaria Diego Ibarra[5]-otrora la máxima expresión de una plaza con fuentes de colores en Venezuela- se han convertido en el santuario de cuanta vaina venden en sus alrededores los comerciantes informales. Para muestra un botón esta última plaza ha sido rebautizada como «la pequeña Saigón» y no precisamente como un homenaje al pueblo de Vietnam.
El tema de los monumentos en Caracas puede dar pie a una serie de relatos sorprendentes e inimaginables, que van desde la locura de juzgar a una estatua por crímenes de lesa humanidad hasta el robo de las piezas de la escultura del maestro Jesús Soto en la autopista del Este para comercializarlas como chatarra. Triste que una empresa de reciclaje de materiales se preste para ello.
Y es que realmente en tiempos de revolución de este y otros tema hay mucho más que contar. En el caso de las estatuas es una lástima que éstas no puedan hablar.
[1] La Plaza España se encontraba ubicada en la Avenida Urdaneta. Justo debajo del elevado de la Avenida Fuerzas Armadas y en la esquina de Animas. Fue inaugurada en noviembre de 1953 y en ella resaltaba un busto de Cervantes de bronce, que se mantuvo allí hasta el año 2002. Con la llegada de la revolución la plaza fue tragada por la suciedad y la economía informal. Se volvió invisible y el busto de Cervantes fue robado presuntamente para venderlo como material de chatarra.
[2] Esta estatua fue derribada de su pedestal y se le siguió un juicio por genocidio. Uno de los actos de barbarie extrema realizado por los seguidores de la revolución de Chavez.
[3] Carlos Gardel llegó a Venezuela en la mañana del 25 de abril de 1935, al Puerto de La Guaira, procedente de Puerto Rico, donde fue recibido por más de 3.000 personas. Él y su comitiva partieron en ferrocarril rumbo a Caracas y llegaron a la estación de Caño Amarillo, siendo recibido nuevamente por una enorme cantidad de admiradores, al punto tal que el tren fue literalmente invadido por el gentío que se había agolpado en la estación, dispuesto a cualquier cosa con tal de ver al máximo cantor. Fue todo un suceso en esa época
En 1983 la estación del tren de Caño Amarillo fue convertida en una estación del Metro de Caracas y en su acceso principal se construyó la Plaza Carlos Gardel, un monumento de bronce en recuerdo de su visita. En esta plaza aparece la imagen del cantante con los brazos abiertos junto a su perro y dos músicos con sus guitarras.
Con el transcurso del tiempo las esculturas sufrieron las consecuencias del abandono y Gardel se quedó sin el perro y los músicos sin sus guitarras. Para el año 2006 el Metro de Caracas hacia esfuerzos por restaurarlas.
[4] Representada popularmente como una diosa o reina, María Lionza es la figura central del llamado Espiritismo Marialioncero, culto en el que se mezclan ritos y creencias católicas, indígenas y africanas, una expresión de sincretismo.
Según la leyenda indígena de la zona de Yaracuy, Yara era una doncella de la tribu Nívar, hija encantada de un poderoso cacique de Nirgua. El Chamán de la aldea había profetizado que un día nacería una niña de ojos color verde agua y habría que sacrificarla y ofrendarla al Dueño de Agua, la Gran Anaconda porque si no vendría la ruina perpetúa y la extinción de los Nívar.
Su padre no se atrevió a sacrificarla y ofrendarla y la escondió en una cueva de la montaña de Sorte, con 22 guerreros que la custodiaban e impedían su salida. Ella tenía prohibido verse en los reflejos que formaba el agua. Un día la joven sin razón alguna empezó a cantar y su canto siendo lirico y hermoso tuvo tal impacto que durmió a sus custodios, lo que le permitió a la bella joven salir de su refugio y caminar hasta un lago cercano, donde descubrió- por primera vez-su propio reflejo en el agua.
La Gran Anaconda, al ver su reflejo en el agua, emergió de las profundidades y de inmediato se enamoró de ella. En la laguna, Yara y la poderosa serpiente celebraron una comunión espiritual y mística. Su padre intentó separarlos y la Anaconda, iracunda, arrasó con la aldea y su gente con una terrible inundación. Desde ese día la princesa se convirtió en la Diosa protectora, y dueña, de las lagunas, ríos y cascadas, madre protectora de la naturaleza y animales silvestres y reina del amor.
El mito de Yara sobrevivió a la conquista española y fue sufriendo modificaciones. Fue cubierta por la religión católica con el manto de la virgen cristiana y tomó el nombre de Nuestra Señora María de la Onza del Prado de Talavera de Nivar y con el paso del tiempo, empezó a ser conocida como María de la Onza, o sea, María Lionza.
En 1951, el artista Alejandro Colina, elaboró la escultura de la Diosa en Caracas. Con el pasar del tiempo esta imagen trascendió los gustos estéticos de su época y ocupó un espacio significativo en el imaginario colectivo de los habitantes de la ciudad Caracas. Su estatua se mantuvo en pie en la Autopista Francisco Fajardo hasta el 6 de junio de 2004 cuando se partió en dos y debió ser restaurada. Proceso que culminó en 2011. Actualmente, la pieza está en custodia de la Universidad Central de Venezuela (UCV), en las instalaciones de la Casona Ibarra y en su pedestal de la Autopista Francisco Fajardo se encuentra una réplica de la obra original.
[5] En 1968, un año después del terremoto de Caracas y en el cuatricentenario de la fundación de la ciudad- en la zona conocida como Centro Simón Bolívar- fue inaugurada la plaza Diego Ibarra en honor al militar independentista y colaborador de Bolívar y Sucre.
Inicialmente construida con mármol y granito, contaba con tres fuentes: una principal ubicada al oeste de la plaza y otras dos ubicadas al norte y sur, todas ellas con juegos de iluminación.
A partir de la década de los noventa la plaza empezó a ser invadida por el comercio informal. Con la llegada de la revolución el área se convirtió en la principal zona distribuidora de CD´s y películas de DVD´s ilegales, zapatos y carteras e incluso pequeños prostíbulos. Pasando a ser conocida como «la pequeña Saigón».
En enero de 2007 la Alcaldía de Libertador decidió desalojar el comercio informal de la plaza para iniciar trabajos de recuperación profunda. Los trabajos tomaron 4 años y la plaza fue reinaugurada para el 5 de julio de 2011 en la conmemoración del bicentenario de la independencia de Venezuela.
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