El 8 de marzo es un día sin una protagonista en particular, sin un personaje definido, pero es un día que les pertenece a nuestras madres, esposas, amigas, hermanas. Celebramos el Dia Internacional de la Mujer, un momento en el cual nos permitimos reconocer a quienes tienen el don de crear vida, el poder de dar amor incondicional y la capacidad de entregar ternura.
Aunque el Día Internacional de la Mujer nos recuerda a todos, el trágico suceso de la muerte de un centenar de mujeres, ocurrido a finales del siglo XIX, que luchando por sus derechos sindicales perecieron víctimas del incendio en la fábrica donde trabajan en condiciones deplorables. Con el devenir del tiempo hemos ido convirtiendo la fecha, en una forma de honrar a la mujer, reconocer sus derechos y luchas y honrar a todas las que asumen, con sobrada valentía, la doble jornada laboral. Muchas veces lo hacen solas para levantar millones de hogares a lo largo y ancho del planeta. También nos sirve para reconocer y valorar las dificultades que experimenta la mujer con la emigración y de este punto quisiera hacer una especial mención.
Los movimientos migratorios poseen múltiples manifestaciones, en los que la mujer es la gran víctima. Por un lado está el desarraigo familiar, especialmente traumático para la madre, bien por el sufrimiento que experimenta al ver a sus hijos partir por falta de oportunidades en el país de origen; bien porque sufren en carne propia, las dificultades de traer a los hijos al nuevo país de destino o bien porque son sostén del hogar y emigran obligadas por la necesidad de buscar trabajo, en otras latitudes, dejando sus hijos en el país de origen, al cuidado de las madres, hermanas o el padre.
A ello debemos añadir que emigrar implica, en particular para la mujer, riesgos de todo tipo y que pueden ir desde los abusos derivados por su condición de mujer, como la violencia de género, solo acceder a los llamados infraempleos, o las dificultades de asentarse solas o acompañadas de sus hijos o padres ancianos.
Si para el emigrante, en general, existen inconvenientes a la hora de acceder al mercado laboral, la mujer, en particular, enfrenta dificultades adicionales en el país de acogida relacionadas con el trato laboral y la brecha salarial, que se pueden acrecentar por la condición de inmigrante; falta de soporte, la soledad, el miedo; la dependencia o la cultura.
El fenómeno de la diáspora derivado de situaciones de guerra, hambrunas o circunstancias políticas solo dejan en evidencia los conflictos por las que atraviesa la mujer y su victimización. Y aunque me siento conmovido por las condiciones sociales y políticas que generan desplazamiento de cientos de miles de madres con sus hijos desde el medio Oriente o África del Norte, no puedo dejar de hacer referencia a la situación de la mujer venezolana, un fenómeno nuevo y desconocido en el mundo occidental.
Sabido es que Venezuela, otrora un país receptor de inmigrantes, vive una intensa situación migratoria. Los expertos hablan de la Diáspora Venezolana, el drama migratorio más relevante experimentado por país alguno en la región latinoamericana. Algunas cifras hablan de que han abandonado Venezuela poco más de cinco millones de personas y cerca de la mitad son mujeres. Las historias sobre lo vivido por la mujer venezolana, en estas circunstancias, son para la reflexión.
A lo largo de mi vida, como articulista de opinión, he tenido la oportunidad de escribir sobre el Dia Internacional de la Mujer, para mi nunca fue difícil hacerlo. Soy un devoto de la mujer, y en consecuencia un defensor de sus derechos. No puede ser de otra manera, soy el orgulloso hijo de una espectacular mujer española, que por cierto emigró a Venezuela; un esposo admirador de una gran mujer, capaz de sacar lo mejor de mí y el complacido padre de tres mujeres de las cuales todos los días aprendo algo.
Todas ellas son una suerte de inspiración para lo que deseaba escribir, sobre todo en una fecha que para mi tiene una connotación distinta a la de otros años, encierra el drama de la emigración.
En estas líneas he querido recordar a mi madre, lo difícil que debió ser para ella tratar de levantar un hogar en un país donde no conocía a nadie; reconocer en mi esposa, lo que significa tener el corazón partido en dos pedazos, porque una de sus hijas se encuentra en Venezuela y la otra en Barcelona, y aun cuando también es duro para mí, los sentimiento no son iguales. El vínculo que construyen una madre y un hijo, en esos nueve meses de gestación, es infinito, es para siempre y eso las convierte en heroínas.
En Barcelona he visto tantas cosas que me hacen admirar a la mujer venezolana, desde la amiga de Caracas que emigró y su esposo, en una acto de cobardía masculina, la abandonó a ella y sus dos hijos, porque deseaba encontrarse consigo mismo; la mujer cuyo esposo murió al llegar a España y ella, siendo economista, se vio forzada a trabajar como repartidora de Amazon para sostener a sus hijos; la médico que debe trabajar como cuidadora de un anciano para traer a sus hijos, que aún siguen en Venezuela, a Barcelona; la abogada que trabaja como canguro, repartidora de Amazon y vendedora de seguros para poder costear su viaje a Venezuela y de esta manera conocer su nieto que nacerá en septiembre.
Pudiese seguir enumerando casos, pero estos pequeños ejemplos solo expresan mi fascinación por la mujer, en particular por la mujer del país en el que nací. Este 08 de marzo de 2020, un nuevo Día Internacional de la Mujer, debería permitirnos repensar la importancia de allanar un camino que facilite el apoyo y la integración de la mujer emigrante. Nuestra sociedad tiene la obligación de facilitar su completa adaptación al país de acogida.
Con esta líneas deseo, una vez más, felicitar a todas las mujeres en sus día. Con especial atención a la mujer que emigra y muy en particular a la mujer venezolana, una heroína que se ha sobrepuesto a las terribles circunstancias que le ha creado un sistema político perverso.
*Fidel Ángel Salgueiro Pérez, venezolano/español, coach, motivador y escritor, autor de las Novelas La mirada del mar y El extraño caso del asesino del Raval, actualmente reside en Barcelona, España
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