Fidel Salgueiro
«El mercado no es un invento del capitalismo. Siempre ha existido. Es un invento de la civilización» Mijaíl Gorbachov
Corría el mes de junio de 1985, cuatros años antes quien fuera presidente de la CANTV para el momento había despedido a cuatrocientos ingenieros, parte de un contingente profesional formado por Andrés Sucre en la Oficina de Planificación y Desarrollo del Sector Telecomunicaciones en el año 1969. Una dependencia del extinto Ministerio de Obras Públicas que dio origen a la CANTV.
Para ese año la telefónica nacional estaba sumida en una profunda crisis financiera, problemas de calidad de servicio y un rezago en lo que debió ser su plan de digitalización de la red de por lo menos cinco años. Proyecto que debió empezar en 1980, pero el despido de aquel grupo de profesionales dejó a la empresa sin capacidad de pensar, en minusvalía ante el futuro que debía alcanzar. Un episodio que en lo personal creí no volvería a ver en CANTV, pero el tiempo en Venezuela puede ser muy cruel. Tal vez se deba a esa manía que tenemos los venezolanos de ser «impuntuales». Somos famosos por llegar tarde a las citas y por supuesto llegamos de modo bastante tardío a la moda de las revoluciones.
En 1985 había sido de los primeros técnicos de CANTV en recibir entrenamiento en las centrales digitales, estaba recién graduado de Técnico Superior en Electrónica y dentro de la empresa me habían asignado la responsabilidad de un plan de calidad de servicio y recuperación de planta para las denominadas centrales móviles de la Región Capital, conmutadores analógicos crossbar de mil líneas manufacturados por la Hitachi. También estaba próximo a recibir un título de Técnico en Telecomunicaciones expedido por el igualmente extinto Ministerio de Transporte y Comunicaciones, certificado expedido como parte del extinto Plan de Carrera Técnica, que le permitía a un técnico luego de una combinación de estudios especializados en telecomunicaciones y tras ocho años de experiencia recibir aquella distinción meritocrática.
La CANTV de aquellos años, al igual que el resto del país, era un hervidero de ideas y discusiones sobre qué país necesitábamos construir y en el caso de la empresa cuál futuro visualizábamos para ella. Los ochenta como década además de traer las ideas económicas liberales, arrastraron consigo el fenómeno de la revolución de la informática y la microelectrónica, ensanchando aún más las brechas entre países desarrollados y países en vías de desarrollo.
El fragor de ese debate coincidió, para algunos de nosotros, con el XII festival de la Juventud y los Estudiantes celebrado en Moscú entre el 27 de julio y el 2 de agosto del año 1985, una fecha de la cual por estos días se conmemoran treinta y seis años.
Aquel festival, siempre auspiciado, por la extinta Unión Soviética no hubiese tenido mayor relevancia, en comparación por los muchos otros festivales organizados por los países socialistas, tan repletos de consignas referentes a la paz y el antimperialismo, y de no ser por las palabras inaugurales de quien habló ese día hubiese pasado como un evento propagandístico mas. Ese discurso cambiaria mi vida y muchas de mi creencias y la vida de muchas personas para siempre.
Tres meses antes del festival había sido elegido Secretario General del Partido Comunista de la URSS Mijaíl Gorbachov, un hombre que rompía con toda la tradición geriátrica del Kremlin. En su discurso de apertura del festival por vez primera escucharía las palabras «Glasnost», o liberalización, apertura y transparencia y «Perestroika» o reconstrucción, términos que se hicieron populares para referirse a la situación de la URSS, un poderoso país estancado en términos económicos e industriales y desprovisto de muchas libertades individuales, como parece ser nuestra actual tragicomedia.
El mismo país que durante la década de los 50 y los 60 presumía de haberle ganado la carrera aeroespacial y satelital a los Estados Unidos se encontraba ahora inmerso en una crisis que le impedía afrontar los retos de su desarrollo y su líder lo manifestaba públicamente.
Recuerdo que en esa época empezaba mis estudios en la escuela de computación de la Universidad Central de Venezuela y la curiosidad me llevó a indagar entre los estudiantes venezolanos que en ese momento cursaban estudios en la Universidad de los Pueblos Patricio Lumunba y la Universidad Politécnica de Kiev ¿Cuál era el estado de la tecnología en la URSS?
Lo que descubrí fue absolutamente revelador para mí:
Algunos de esos compañeros, que por cierto debo aclarar hicieron las veces de intérpretes para entender las palabras de Gorbachov, me explicaron que la alta jerarquía de la URSS se veía forzada a reconocer que las industrias de la informática y las telecomunicaciones eran débiles y que debido a ello el país sufría de una falta de competitividad y productividad; luego las falta de libertades les habían arrebatado la capacidad de innovación.
El recién nombrado líder soviético con sus palabras explicaba todos los problemas que eso le estaba generando al gigante comunista y como ello representaba un desfase tecnológico de más de una década frente a los EE.UU. Como si fueran poco veían con alarma como países, para ese momento emergentes, como Japón y Corea del Sur empezaban a desplazarlos en estas aéreas. La economía soviética estaba estancada y necesitaba realizar urgentemente un cambio de rumbo.
Creo que el episodio más emblemático me lo ofreció una gran amiga, Josefina Parra, a quien había ayudado con el difunto Eduardo Gallegos Mancera a obtener una beca para estudiar Economía en la URSS y una vez graduada y de regreso a Venezuela, llegó a ser directora de la OPSU entre 2004 y 2007.
En aquel verano de 1985 me comentó: «La primera alerta ocurrió con los Lada. Sorpresivamente las exportaciones de estos vehículos hacia Corea del Sur casi se triplicaron en un año, los gerentes de la fábrica y los comisarios del partido celebraron aquel éxito. Pese a ello a alguien se le ocurrió indagar los motivos de las súbitas ventas y la sorpresa fue mayúscula: descubrieron que de un Lada al fundirlo los coreanos obtenían material para producir 2 carros y medio».
Concluido el festival y de vuelta a la patria, citando al poeta Pérez Bonalde, mi perspectiva sobre el mundo y la política habían cambiado por completo. Cuatro años más tarde el Muro de Berlín sería derrumbado y con el caía para siempre la utopía socialista
Volviendo a la CANTV de 1985. La empresa estaba inmersa en una crisis tecnológica, aunque no tan profunda como la que hoy exhibe y de la cual solo pudo salir con su privatización. Su atraso tecnológico la llevó a ofrecer servicios básicos usando centrales analógicas paso a paso y de control común e incluso a exhibir muy entrados los noventas una incipiente red digital, negándole al país la posibilidad de desarrollar una fuerte infraestructura de telecomunicaciones y a contar con mas y mejores servicios.
Aspectos que hoy ocurren pero con una diferencia, quienes están al frente del ejecutivo y de la propia CANTV creen que lo están haciendo bien y que además la razón los acompaña. Aun no entienden lo que 1985 Gorbachov había descubierto
Lo graves es que para Venezuela el rezago tecnológico tiene en la actualidad otras implicaciones. La brecha tecnológica define cualquier relación de soberanía. Y si bien el mundo avanza por otros derroteros en Venezuela continuamos detenidos en aquel año 1985, solo que no existe dentro del gobierno una generación de Konsomoles que desee enmendar para empezara a recomponer lo que ha sido destruido a lo largo de veintiún años de revolución.
Desde el año 2012 la OCDE viene alertando sobre las principales tendencias en la industria de las telecomunicaciones para sus países miembros con indicadores acerca del tamaño del mercado, las dimensiones y desarrollo de las diferentes redes (fijas y móviles), la infraestructura de Internet, la radiodifusión y contenidos audiovisuales y en cada uno de estos aspectos queda en evidencia las dificultades que tiene el sector de telecomunicaciones y su principal operador en nuestro país.
En Venezuela, la falta de competencia ha generado mercados ineficientes que imponen costos significativos a la economía nacional y que inciden de manera negativa en el bienestar de nuestra población. El sector de Telecomunicaciones Informática y Comunicaciones, en el cual me desempeñó, es pieza clave para incrementar la competitividad nacional, pero la baja calidad en la banda ancha, lo costoso que se han vuelto los dispositivos Smartphone, suponen tasas de penetración por debajo del promedio pare el servicio de Internet, y un débil desarrollo de la infraestructura necesaria para prestarlos.
Aunque los mercados de telefonía móvil, banda ancha y de televisión por suscripción crecieron en Venezuela entre 2007 y 2015, no lucen bien cuando se le compara con otros países de la OCDE, por ejemplo Chile que ha desarrollado mercados más abiertos y competitivos, y cuyos beneficios resultantes han sido distribuidos a los consumidores.
Las decisiones en favor de la competencia en la mayoría de los casos han sido inexistentes, un buen ejemplo puede ser la banda de 2500 MHz y, la falta de eficacia de los sistemas de regulación no han ayudado a mejorar la situación que al menos hasta el año 2005 exhibíamos como nación. Tomo este año como relevante porque fue cuando abandonaron nuestra tierras operadores como América Móvil y Entel.
Después de la renacionalización 2007 dejó de ser relevante para CONATEL regular los indicadores de calidad de servicio, modernización de la red o establecer compromisos de construir una red de telecomunicaciones de primer mundo en la CANTV. Si se hace memoria esas fueron las razones dadas para su privatización en 1991.
La falta de regulación ha acercado a CANTV más a la empresa de Teléfonos de Cuba que a indicadores de un operador de los Estados Unidos que era nuestro paradigma en 1991. Los problemas de Internet en la mayor de las Antillas del Caribe acaban de quedar en evidencia ante su actual ola de protestas, por cierto inéditas y que reflejan muchos de los dilemas de la URSS aunque en menor escala a los del año 1985.
Treinta y seis años después me parece vivir una película repetida cuyo final creo conocer, pero mientras nos acercamos a ese final la revolución le sigue robando oportunidades a los jóvenes del país.
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