Tal vez, Panchito Mandefuá*

Fidel Salgueiro

*Publicado en la edición impresa del diario El Universal de Caracas el 29 de enero de 2003

Se llamaba José, pero ha podido ser Panchito Mandefuá[1], era un niño cualquiera de 12 años. Una noche, mientras deambulaba por las calles caraqueñas, fue pateado brutalmente por dos borrachos[2]. ¿Su crimen? Ser un niño de la calle, un molesto recuerdo para la efervescencia revolucionaria; la mortificante personificación de la promesa de dejar de llamarse Hugo Rafel Chávez[3].

Y ¿si muere? Quizás lo convertirán en mártir, al que seguramente le cantaran, algún domingo de televisión: “Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos»[4]. En el entierro de José siempre podrá leerse «Yo sólo quise ser un niño, era mi derecho, pero no me dejaron».

Y con la frase pudiésemos escribir mil historias.

Gabriela, nació en la Orquídea, uno de los grandes barrios de Barcelona[5], donde el alcalde de la revolución no ha podido construir una simple escuela con comedor y donde las oportunidades no existen para estudiar o trabajar. Se metió en la prostitución para poder sobrevivir. Algunos dicen que es su opción y su culpa, nada más hay que ver el tipo de opciones que ha tenido.

Goyo es de Puerto Ordaz, de otro barrio, se droga con pega, apenas puede caminar, habla con mucha dificultad, se babea mucho y adelgazó bastante, mucho más de lo deseado.

Mariela tuvo el bebé en la calle, y al nacer se lo quitaron y no supo cómo, ni quién.

Y tú, mi querido José o debería llamarte Panchito Mandefuá, de algún barrio caraqueño, hijo del maltrato. Cómo duele saber que eres una promesa incumplida! cómo esperanzarte con el futuro por venir!, y es que por encima de todo, el compromiso es contigo. Tu mejor amigo Carlitos aun llora al recordar con impotencia que, esa noche no pudo ayudarte.

Cinco años han pasado desde que la promesa de acabar con los niños de la calle fuese pronunciada y tu historia sigue allí. Nadie cambió su nombre y en los libros de proclamas y vídeos internacionales, que de la revolución se hacen, la promesa no aparece. Seguramente no alcanzaron las misiones con nombres de patriotas para resolver tu drama.

Si es de tu interés saber quiénes firmaron[6], me confieso entre aquellos que lo hicieron, no por traidor sino por tener la certeza que tu país, nuestro país, se merece otro destino. Uno alejado del populismo de un militar, cuya revolución es un verdadero fraude y no podía ser de otra manera. proviene de un discurso que les hace trampa a las ideas de justicia y cambio social.

Es duro pensar que si tan solo el presidente hubiese cumplido esta promesa, ya el país sería otro.[7]

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay 


[1] La historia de Panchito Mandefuá es una historia de Navidad, parte de las tradiciones venezolanas, tan instalada como la comida o las costumbres de esta época en Venezuela. Los niños de mi generación crecimos con ese cuento, que fue llevado al cine y la televisión, al teatro universitario. Es un cuento para sensibilizar a los hijos ante el problema social de la infancia abandonada.

Panchito Mandefuá es la historia de un niño sin hogar, de esos que, luego de veinte años de socialismo, pululan por toda Venezuela y que desde muy temprano salen a la calle para ganarse el sustento. En el cuento Panchito se gana la vida limpiando zapatos, vendiendo billetes de lotería y también periódicos en la calle lo señalan como “Granuja y tracalero (forma de decir tramposo en el léxico venezolano)” y como no tenía, o no sabía su apellido, se inventó el de Mandefuá, que lo pronunciaba con orgullo.

El cuento es del famoso escritor venezolano José Rafael Pocaterra, novelista, ensayista y poeta, considerado uno de los mejores cuentistas venezolanos del siglo XX. En 1907 fue encarcelado por oponerse a la dictadura del general Juan Vicente Gómez.

Inicialmente se llamó De cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús.  La historia tiene su lado amoroso Panchito va a encontrarse en noche buena con Margarita, una niña a la que le han robado una bandeja de dulces que llevaba para la casa donde trabajaba. Panchito se gasta casi toda su plata reponiéndole las golosinas y ella lo compensa con un beso. Así, en plena nochebuena se quedó sólo con veintiséis centavos. Pero bien valió la pena quedar limpio –pensaba Panchito- porque conoció a Margarita y le dio un beso: “¡Qué diablos! El día de gastar se gasta”.

El final de la historia es triste porque mientras Panchito pensaba en su cena navideña fue arrollado y quedó inerte sobre los rieles del tranvía. El comentario entre los transeúntes fue “¡Nada hombre! que un auto mató a un muchacho ‘de la calle…”. “Y así Panchito Mandefuá fue a cenar en el Cielo, invitado por el Niño Jesús esa Noche Buena…

[2] A comienzos de enero de 2003 la prensa reseñó el maltrato del que fue objeto un niño de la calle de 13 años, por parte de dos adultos en estado de ebriedad. Este articulo reseñó esa circunstancia y el hecho que casi cinco años después del inicio de su mandato seguían existiendo niños de la calle en proporciones superiores a las recibidas por Chávez.

[3] En 1998 Hugo Chávez, recién ascendido a la presidencia, proclamó en un discurso de toma de poder: “Yo me prohíbo a mí mismo. Hugo Chávez se prohíbe a sí mismo que haya niños de la calle en Venezuela. ¡No puede haber niños de la calle en Venezuela! (…) Asumamos nuestra culpa. Yo de primero, seré el primer culpable si hay niños abandonados en Venezuela. No permitiré que en Venezuela haya un solo niño de la calle; y si no, dejo de llamarme Hugo Chávez”.

[4] En Venezuela Hugo Chávez puso de moda, santificar personajes e historias de la izquierda como forma de ensalzar su gesta revolucionaría, para ello se valía de los cantos de Ali Primera, uno de estos cantos era “los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos”.

[5] Barcelona, capital del estado Anzoátegui, Venezuela

[6] Refiere a la recogida de firmas para activar el referéndum revocatorio contra Hugo Chávez. El gobierno y sus seguidores calificaron de traidor a la patria a quienes firmaron y en consecuencia los persiguieron políticamente.

[7] Casi 20 años después del juramento de Chávez, lo único que logró su revolución fue que los jóvenes desamparados se hicieran invisibles en los registros oficiales. Se trata de una realidad que no ha desaparecido e incluso ni siquiera, disminuido.

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